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Cada 15 días el «Quetru» realiza un servicio subvencionado por el Gobierno de Chile para los pobladores del Lago O’Higins y que en la zona se conoce como «La vuelta de los pobladores». Este viaje lleva a los últimos rincones de la Patagonia habitados por hombres solos o pequeñas familias que aún mantienen vivo el espíritu colonizador de los pioneros llegados a comienzos del siglo XX.
El viaje no tiene fecha fija pero se acostumbra realizar entre el 5-10 y 20-25 de cada mes. Se viaja cuando el tiempo lo permite ya que la mayoría de los asentamientos de colonos no tiene muelle y las maniobras de embarque y desembarque se realizan con bote auxiliar en bahías y penínsulas rocosas del lago que hacen imposible el atraque de la embarcación. Habitualmente dura solo un día, aunque dependiendo de la demanda de pobladores y esperas en los «puertos» puede extenderse a dos días.
En verano la velocidad del viento puede superar los 50 nudos con frecuencia y ráfagas furiosas pueden llegar a impedir o al menos a tornar dificultosa la navegación. Son dignos de respeto el «Viento del Pascua» (del Norte) y el «viento del Ventisquero» (del oeste), impresionantes rachas que bajan de los glaciares de Campo de Hielo Sur… En invierno, los vientos disminuyen y se apiadan de pobladores y navegantes, pero al acecho aguardan fuertes vientos del sur y del este que recuerdan el estigma patagónico marcado en los mapas eólicos del mundo.
Los terrenos que rodean el lago son más bien pobres. Pura piedra, reconocen los pobladores, por ello, no es raro que las propiedades superan las 3.000 hectáreas para permitir explotaciones ganaderas sustentables. La producción, vacunos y ovejas, la venden al final de la temporada en Villa O’Higgins o la trasladan hacia el norte para lograr mejores precios.
El servicio del «Quetru» entre los brazos del lago O’Higgins consiste en abastecer de víveres, cartas y mensajes a los pobladores. Ellos cargan combustibles, materiales de construcción, ovejas, carne, fardos de pasto, perros ovejeros, animales de granja y maquinarias. Tambien reciben visitas de funcionarios del Estado que comprueban el desarrollo de sus emprendimientos y, de tanto en tanto, uno que otro viajero curioso que va a descubrir estilos de vida y paisajes que la modernidad a relegado al lago más singular y desconocido de la Patagonia.
El viaje no tiene fecha fija pero se acostumbra realizar entre el 5-10 y 20-25 de cada mes. Se viaja cuando el tiempo lo permite ya que la mayoría de los asentamientos de colonos no tiene muelle y las maniobras de embarque y desembarque se realizan con bote auxiliar en bahías y penínsulas rocosas del lago que hacen imposible el atraque de la embarcación. Habitualmente dura solo un día, aunque dependiendo de la demanda de pobladores y esperas en los «puertos» puede extenderse a dos días.
En verano la velocidad del viento puede superar los 50 nudos con frecuencia y ráfagas furiosas pueden llegar a impedir o al menos a tornar dificultosa la navegación. Son dignos de respeto el «Viento del Pascua» (del Norte) y el «viento del Ventisquero» (del oeste), impresionantes rachas que bajan de los glaciares de Campo de Hielo Sur… En invierno, los vientos disminuyen y se apiadan de pobladores y navegantes, pero al acecho aguardan fuertes vientos del sur y del este que recuerdan el estigma patagónico marcado en los mapas eólicos del mundo.
Los terrenos que rodean el lago son más bien pobres. Pura piedra, reconocen los pobladores, por ello, no es raro que las propiedades superan las 3.000 hectáreas para permitir explotaciones ganaderas sustentables. La producción, vacunos y ovejas, la venden al final de la temporada en Villa O’Higgins o la trasladan hacia el norte para lograr mejores precios.
El servicio del «Quetru» entre los brazos del lago O’Higgins consiste en abastecer de víveres, cartas y mensajes a los pobladores. Ellos cargan combustibles, materiales de construcción, ovejas, carne, fardos de pasto, perros ovejeros, animales de granja y maquinarias. Tambien reciben visitas de funcionarios del Estado que comprueban el desarrollo de sus emprendimientos y, de tanto en tanto, uno que otro viajero curioso que va a descubrir estilos de vida y paisajes que la modernidad a relegado al lago más singular y desconocido de la Patagonia.
