La osada travesía de tres diputados a Campos de Hielo

Están metidos en una pequeña avioneta cruzando interminables cumbres nevadas. Hay turbulencias. La nave se tambalea, sube, baja. A ratos nubes grises no dejan ver bien hacia adelante.
Los rostros pálidos de Nicolás Monckeberg (RN), Patricio Walker (DC) y Pablo Galilea (RN) lo dicen todo. No es nada fácil ir a «hacer Patria» a Campo de Hielo Sur.
«Menos mal que me confesé antes de venir», dice Walker riendo nervioso. Monckeberg mira por la ventana para evitar las náuseas. El único que parece salvarse de los mareos, pero no del susto, es Pablo Galilea. Como diputado por Coihaique, ya conoce la zona y va sentado en el puesto del copiloto.
Sobrevuelan el lago General Carrera, justo en el límite de Chile con Argentina. Ya les falta poco para arribar a Villa O’Higgins, la comuna fronteriza más austral de la región de Aisén.
El frío soberano
Casi besando tierra se bajan los parlamentarios. En Villa O’Higgins los recibe el alcalde José Fica y los alumnos de la escuela «Pioneros del Sur», que bailan cueca como si el frío y el viento no importaran.
En el inhóspito poblado, el invierno y la nieve pueden poner los termómetros 22 grados bajo cero. Pero en esta fecha marcan entre 1 y 10 grados.
El alcalde, hablando detrás de sus mostachos sureños, cuenta que en la villa viven 470 habitantes y por estos días cumple 40 años desde su fundación.
Al lugar no llegan diarios, en la pantalla de un televisor se ve sólo TVN y hasta febrero había un solo teléfono, el municipal. Ahora, por lo menos hay líneas telefónicas en las casas e internet en la biblioteca pública. Pero siguen aislados. Tienen un consultorio con un paramédico y la escuela, con 70 alumnos, sólo llega hasta octavo básico. Es el municipio el que debe dar trabajo a un tercio de la población.
A las tres de la tarde, en la plaza los niños juegan con volantines y trompos regalados por la comitiva. Entre ellos hay uno muy pequeño. Se llama Adrián Cristaldo. Tiene seis años y es el único niño argentino que vive en Villa O’Higgins. «Oiga, él es argentino y es mi amigo», dice otro niño en voz alta. Se abrazan. Su infancia no sabe de disputas limítrofes.
Más tarde parten a la única escuela del poblado. Los espera una treintena de vecinos listos. Vuelven a entregar medallas. Una es para Luisa Sepúlveda, hija de una de las familias que tenían hectáreas en Laguna del Desierto y hoy, trasformadas en territorio argentino, son sólo un recuerdo amargo.
«No queremos volver a vivir lo de Laguna del Desierto -dice el alcalde sobre la actual disputa por los mapas argentinos que no respetan el acuerdo de 1998 con Chile-. En 1994, cuando se estaba resolviendo el conflicto, la gente vivía con miedo».
Despidiéndose de los antiguos colonos, los parlamentarios terminan el día. No sin antes brindar con vino por «la soberanía y por Chile». Aplausos de la concurrencia.
Travesía al glaciar
Es viernes. Amanece nublado en Villa O’Higgins. Walker, Monckeberg y Galilea se levantan temprano y se dirigen a la bahía Bahamondes. Abordan una moderna lancha llamada Quetru.
Quieren llegar hasta el glaciar OHiggins, el cuarto más grande de campos de Hielo Sur. Nunca una autoridad del Parlamento chileno ha estado en esa zona.
El trayecto tarda tres horas y media por el lago O’Higgins, que puede alcanzar profundidades de 860 metros. Caer en sus aguas, donde la temperatura jamás supera los cinco grados, puede causar la muerte en pocos minutos.
Al rato, cuando ya están suficientemente mojados y cansados, el tiempo mejora. Cesa la lluvia y la embarcación deja de bambolearse.
Comienza el verdadero espectáculo.
Gigantescos desprendimientos de hielo casi azul se arrastran lentamente por las aguas del lago. Son el anuncio de lo que vendrá.
Tras un último giro de la lancha aparece el glaciar O’Higgins, la entrada de Campos de Hielo Sur.
Es nada menos que una inmensa pared blanquísima de 80 metros de alto y tres kilómetros de largo. Hielos gigantes que permanecen y hielos que de pronto caen.
Pero ya estando cerca todos se quedan en silencio. Los hielos inmensos y el silencio.
Hasta que a Patricio Walker se le ocurre gritar un ¡ceacheíííí!, y los demás lo siguen entusiastas. Luego sacan una roída bandera chilena que flamea en la lancha y se fotografían con ella.
En el solitario paraje comienzan a cantar el Himno Nacional con el resto de la tripulación. Desafinados, pálidos de frío, pero gritando fuerte.
Están a tan sólo unos kilómetros del monte Fitz Roy.
Minutos después vuelven la marcha hacia Villa O’Higgins. No sin antes realizar una parada en el inhóspito poblado de Candelario Mancilla donde se encuentra un retén con siete carabineros que patrullan la frontera con Argentina.
El teniente a cargo es Fuad Chabán (33). El uniformado está contento porque entre las tripulantes está su esposa, Janittza, quien viene a visitarlo después de semanas de soledad.
Chabán comenta que pasan cuatro meses sin contacto con el mundo para luego tener 20 días libres. El régimen es estricto. No por estar en esa zona pueden levantarse más tarde, descuidar el uniforme ni dejar de hacer guardia a pie o a caballo.
Incluso una vez al mes tienen una reunión formal con gendarmes argentinos donde hablan de temas de extranjería y del resguardo de las fronteras. «Son reuniones de rutina, no discutimos temas de límites», se apresura en aclarar el carabinero.
Él mismo lleva a los parlamentarios a conocer a Jerónimo Levicán, un ancianito de 92 años que vive hace cincuenta años en la zona. Él sabe que hay una presidenta en Chile, pero no sabe cómo se llama. De lo que sí está seguro es que «está haciendo soberanía». También se lleva una medalla de la Cámara.
Los tres diputados se comen una empanada, brindan con los carabineros, vuelven a la lancha y emprenden el viaje de regreso.
Tareas pendientes: Lo que proponen
Después de ver la dura realidad que viven los colonos chilenos en Villa O’Higgins y sus alrededores, los tres parlamentarios viajeros esperan que la presidenta Michelle Bachelet los reciba en los próximos días. La idea es plantear que falta una política de Estado en materia de fronteras. Según ellos, existen medidas urgentes que tomar. Ante todo, aumentar las pensiones asistenciales o darles pensiones de gracia a los colonos de zonas más extremas, entregar becas a los jóvenes de Villa O’Higgins para que puedan estudiar enseñanza media, eliminar el cobro de contribuciones a los vecinos y agilizar la tramitación de sus títulos de dominio. Además, llevarán propuestas sobre el mejoramiento de caminos y la habilitación de pasos fronterizos.