Volver a Volar…

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Después de los últimos accidentes aéreos de la compañía Don Carlos que no volaba y el volver a cruzar los cielos patagónicos me trajo de vuelta a esta dimensión en que las extensiones montañosas se reducen sólo a minutos. Prefiero una hora de agitado vuelo a las 15 horas que demanda Villa O’Higgins a Coyhaique por la Carretera Austral.

El de hoy fue uno de esos viajes que se agradecen. Que siendo sinceros, según yo, son los más. Un vuelo bajo para capear los casi 50 nudos que tenía el viento en las alturas nos brindó imponentes escenarios de montañas, glaciares, lagos y valles dominados por la nieve y el marrón de lengas y ñires sin su follaje. ¡Espectacular!

¿Cómo estuvo el vuelo? fue la primera pregunta que me recibió en Coyhaique. «Muy bueno, volamos asustando los pajaritos…». Es que el comentario es obligado y así crece la colección de historias de viaje. Divertidas, extrañas, tensas, trágicas. Experiencias inolvidables.

Una de mis historias preferidas la relata don Zoilo, dueño de uno de los teléfonos públicos de la Villa: «En esos años ( 1970) el avión venía cada seis meses y el vendedor del almacén fiscal se volvió loco. Algunos días se echaba bencina en los bolsillos y salía a la pista tratando de volar con sus brazos. Otros días se amarraba a una silla y empezaba a sacudirse simulando un vuelo -Está malo el vuelo, vamos a tener que seguir en la villa-, decía». Que historia, cual Quijote en clavileños…

Les invito a dejar su ´»historia de viaje». Quien haya volado en Aysén seguro que tendrá un recuerdo imborrable.

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