Los Volcanes del lago O’Higgins

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chs01Si hay algo que la Patagonia reserva con celo y misterio son sus volcanes.

Causas de emociones y tragedias, los volcanes nos recuerdan la inmensidad de la naturaleza y la fragilidad de la presencia del hombre en estas tierras. La última noticia de ellos la tuvimos con los sismos del Fiordo de Aysén que inicialmente algunos científicos adjudicaron al nacimiento de un volcán submarino…bueno, la causa en realidad era un poco más compleja al comprobarse un importante componente tectónico en el proceso que tiene varios meses sin dormir tranquila a las comunidades de Puerto Aysén y Puerto Chacabuco.

¿Y en Villa O’Higgins, qué?… Los misterios no son menores. A mí, por ejemplo, cuando me preguntan por el gran misterio de Villa O’Higgins lo primero que recuerdo son los volcanes del lago O’Higgins.

En nuestra latitud los científicos solo reconocen la existencia de un Volcán, el Lautaro que se localiza en medio de Campo de Hielo Sur, al poniente del lago O’Higgins.

El Volcán Lautaro, de 3.607 metros de altitud, por muchos años tuvo una ubicación equivocada y misteriosa lo que favoreció la confusión de su nombre. En 1878, navegantes norteamericanos le llamaron «Volcán Humboldt»; luego, en 1905 el geógrafo chileno Luis Risopatron le llamó «Pirámide» y; finalmente, en 1952 una expedición argentina a Campo de Hielo Sur, dirigida por Emiliano Huerta, le llamó Lautaro, en honor al héroe mapuche (1535-1557). Este último nombre es el aceptado actualmente.

El volcán tiene su última erupción registrada en 1959. Se considera activo y los depósitos de cenizas de erupciones pasadas son muy abundantes sobre los glaciares O’Higgins y Chico, además del paso de cuatro glaciares y glaciar Viedma. Glaciólogos que realizan investigaciones en Campo de Hielo Sur no descartan su influencia en el retroceso de los hielos en el último siglo.

Silvia Metzeltin y Gino Buscaini realizaron una interesante recopilación bibliográfica de los volcanes australes desde la cual he seleccionado los siguientes párrafos que informan acerca del volcan Lautaro:

«Las primeras observaciones concretas de erupciones de las cuales se tuvo noticias históricas provienen de los navegantes que recorrían los canales del Pacífico. En el año 1876, en el Canal Messier, Lord Thomas Brassey vio una nube de cenizas que salía de la cordillera, próxima a los 48º50′ Sur. En el año 1878 oficiales de una nave norteamericana hicieron la misma observación: quisieron llamar «Humboldt» al desconocido volcán. En el año 1933, Federico Reichert, Arturo Donat, Juan Neumeyer e Ilse Von Rentzell habían alcanzado el Hielo Sur remontando el Glaciar O’Higgins desde el Brazo Sur del Lago San Martin-O’Higgins. En un desgarro de nubes, Reichert observó una montaña con forma de cono, de una altura aproximada de 3000 m, de la cual salían chorros de vapor. Químico y naturalista, Reichert estaba convencido de estar ante la presencia de un volcán, pero la noticia no fue difundida más allá de los círculos andinísticos».

«Lliboutry, examinando fotografías aéreas, creyó reconocer un cráter sobre un gran afloramiento rocoso en la alta cuenca del glaciar Viedma y lo denominó «Volcán Viedma», pensando haber resuelto el misterio de aquellas erupciones observadas no solamente por los navegantes sino también por los colonos de la región del lago San Martín. El Volcán Viedma fue entonces acogido en el registro de los volcanes del mundo sin que ninguno lo hubiera tocado. En el año 1959, con Jeoff Bratt y John Mercer, Eric Shipton decidió llegar al Volcán Viedma a través del valle del Rio Túnel y del Paso del Viento. Cuando llegó al afloramiento señalado descubrió que se trataba de rocas sedimentarias y metamórficas que dispuestas en forma de anfiteatro en una profunda depresión habían engañado a Lliboutry».

«Pero las piedras pómez desparramadas abundantemente en los alrededores indicaban la presencia de un volcán. Shipton organizó una segunda expedición en el verano de 1959-1960 con J. Ewer, P. Miles y P. Bruchhausen. Ewer, un británico que enseñaba en Santiago, observando las fotografias aéreas notó que sobre las imágenes de la cadena montañosa llamada por De Agostiní «Cordón Pío XI» se veían claramente huellas de actividad volcánica cerca de la cima más elevada. La posición correspondía a aquella del «cono volcánico» señalado por Reíchert y a la del Cerro Lautaro. Shipton no supo sin embargo que el 28 de diciembre de 1959 el comandante de un avión de línea en vuelo hacia Punta Arenas había descubierto maravillado un volcán en erupción a 490 Sur. Pero también él, que había llegado al Brazo Sur del Lago San Martin-O’Higgins, vio una gigantesca columna de vapores que se elevaba sobre las montañas. Después de una aproximación que duró una semana notó que la ladera de la montaña más alta del «Cordón Pío XI», el Cerro Lautaro, estaba marcada sobre su cumbre por una fisura negra de la cual salía un chorro constante de vapor. El día siguiente asistió a la erupción de cenizas que ennegrecieron una vasta extensión de glaciares. Posteriormente una serie de contratiempos, entre los cuales el no funcionamiento de todos los calentadores, lo obligaron a retornar».

«El primer ascenso al Volcán Lautaro lo hicieron en el año 1964 Pedro Skvarca y Luciano Pera quienes confirmaron las emisiones volcánicas. Durante el año 1973 llevó a cabo el segundo ascenso la expedición británica de Leo Dickinson que detectó cinco fisuras esculpidas en la cumbre que emanaban gas sulfuroso mientras el hielo que se encontraba bajo sus pies se convertía en fango caliente. Luego de dos días los mismos subieron una montaña situada a 10 millas más al Norte que para asombro de ellos emanaba también chorros de vapor y que bautizaron Cerro Mimosa. El nombre no se relaciona con la naturaleza volcánica del monte pero es el de la nave que llevó a la Patagonia a los colonos galeses. Nosotros mismos hemos observado, en el año 1995, vapores que salían de la cresta Sudoeste del Lautaro un poco por debajo de la cumbre. Andinistas franceses relatan lo mismo en 1998. El volcán no está apagado y no se puede desechar que se deban a él no solamente las piedras pómez dispersas sino también los inesperados avances de glaciar que se verificaron en el pasado. Fenómenos de «surge» por efecto de su calor podrían haber causado en varias ocasiones el avance anómalo del Glaciar Pío XI que provocó el anegamiento del valle del Río Greve que se encuentra hoy ocupado por un gran lago. Ya en el año 1925 un inesperado avance de este glaciar causó la precipitada fuga del colono que se había asentado en el Seno Eyre el año anterior».

Es muy interesante conocer los relatos de pobladores del lago O`Higgins y sus relaciones con los volcanes. Tanto ahora como en años pasados siguen siendo espectadores privilegiados de estos procesos en donde se amalgaman observaciones verídicas con asociaciones muchas veces confusas.

No hay duda que el Lautaro es el Volcán que todos los pobladores y científicos identifican, pero existirían otras montañas con supuesto comportamiento volcánico: el cerro Alesna y una desconocida cumbre situada al norte del Volcán Lautaro, en pleno Campo de Hielo Sur. Quizás esta observación sea el cerro denominado Mimosa por la expedición británica de 1973 y que alertó sobre la presencia de vapores en su cumbre, aunque el mapa de la zona elaborado por Buscaini sitúa el Mimosa junto al Volcán Lautaro y la cumbre sospechosa podría ser el cerro cota 2.408 m. denominado Ilse Von Rentzell por el propio Buscaini.

El poblador Adelicio Lagos asegura haber visto fumarolas en esa dirección. Desde su asentamiento Cerro Colorado en lago O’Higgins el Alesna y el cerro Cota 2.408 se encuentran en el mismo rumbo. Pobladores del brazo poniente descartan la presencia de fumarolas en el Alesna, por lo que este volcán correspondería al cerro Cota 2408. De ser efectivo estos relatos se trataría de un Volcán que no se encuentra en los registros vulcanológicos y bien valdría la pena un reconocimiento.

Otro posible «evento volcánico» denunciado por pobladores del lago O’Higgins es el de las grandes olas atribuibles a «erupciones bajo el lago». No existe ningún registro científico al respecto, sin embargo si están ampliamente documentados los oleajes asociados a grandes desprendimientos del glaciar O’Higgins y personalmente pienso que la explicación a estas grandes olas la encontramos ahí. Además, las grandes olas no son tan habituales como cuando el glaciar O’higgins estaba cerca de la isla chica, hace 50 años.

Son muchos y variados los relatos de luces, gases sulfurosos y ruidos subterraneos, pero son argumentos demasiado débiles para considerarlos como un efecto volcánico, sin embargo, la soledad, la falta de investigación y las tormentosas condiciones atmosféricas de la zona se conjugan para mantener vivo el misterio de los volcanes del lago O’Higgins.

«Aún cuando llegue el día en que la Patagonia no tenga ya ningún rincón inexplorado y todas sus montañas hayan sido conocidas y escaladas, sus volcanes seguirán ofreciendo un estimulo para las investigaciones y seguirán recordándole al hombre su propia fragilidad y pequeñez». Silvia Metzeltin y Gino Buscaini.

 

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